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Nací y viví mi niñez en un pueblo de campesinos del Valle de Etla, Oaxaca; región llena de tradiciones, leyendas y festividades que se conjugan con la labranza y cosecha de la tierra, lo cual me permitió también entrar en contacto con los animales silvestres, principalmente insectos tales como los chapulines, campamochas, chicatanas y cangrejos que eran mis juguetes favoritos; bajo el cobijo de la imponente flora del Valle de Etla. Quedé grandemente impactado por estas hermosas experiencias que quedarían grabadas en mis archivos mentales.

 

La inquietud de plasmar pictóricamente estas vivencias surgió en mi adolescencia y cuando mi padre me cuestionó que quería estudiar, sin dudarle le conteste: “QUIERO SER PINTOR”; para mi padre la única alternativa de un campesino para salir adelante era el estudio; serenamente y con su adusto semblante me contestó: “ESO NO DA DE COMER”.

 

Pasaron más de treinta años inmerso en los quehaceres que dan de comer, ya que estudié y ejercí  la licenciatura en contaduría y en los albores del siglo XXI, sentí pulsar con más vitalidad ésos archivos mentales que guardé desde mi niñez y armándome de valor inicié de manera autodidacta y con gran entrega y entusiasmo empecé a trabajar los pinceles y otras herramientas en lienzos, papel, madera, objetos de reciclaje; la figuraciones de insectos que jugaba de niño mezclándolos con las costumbres y tradiciones, dando como resultado chapulines tocando instrumentos musicales como en las festividades y en las mayordomías o chicatanas tomando mezcal o cangrejos en luna llena, impregnados de esos bellos colores que sólo se ven en el campo.

 

Los insectos se integraron a la actividad humana, viven y conviven conmigo y tengo la gran posibilidad de plasmarlos en mis obras que son mi fascinación.

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