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Al primer golpe de vista esta pintura parece simple y podría reducirse a una rápida impresión visual. Sin embargo, su sencillez es engañosa y a poco que la observemos con detenimiento, podremos ver un fondo complejo, que habla de la ardua formación profesional y vital de su autor. Javo Escudero tiene una biografía común a muchos oaxaqueños, lo cual no es sinónimo de facilidad. Su vida comenzó en 1979 en la comunidad de El Camarón, Yautepec, a medio camino entre dos regiones que ilustran las diferencias profundas de la sociedad oaxaqueña: los Valles Centrales de Oaxaca y el Istmo de Tehuantepec. En esa comunidad, Javo sobrellevó una infancia llena de penalidades. A los ocho años quedó huérfano y se fue a la casa de su abuelo, cuya sabiduría práctica y generosidad recuerda con gratitud. En 2003 conoció al maestro Amador Montes y trabajó en su taller aprendiendo junto a él diversas técnicas, mientras experimentaban con otras que serían cruciales para la carrera de ambos. Insatisfecho con lo que la pintura le aportaba, Javo Escudero una vez más se embarcó en otro viaje aventurado. En 2004 cruzó la frontera sin papeles y en Estados Unidos encaró las múltiples tareas de sobrevivencia que se le ofrecen a un migrante: lavaplatos, cocinero, albañil, lavador de ventanas en rascacielos. Mientras desempeñaba estas tareas, Escudero continuaba dibujando y tratando de definir el camino que su vida tomaría. Un amigo que vio sus dibujos y tuvo la oportunidad de ver cómo empleaba cualquier sustancia para tratar de colorearlos, lo condujo a una tienda de materiales para artista, y allí el joven inquieto halló la oportunidad que necesitaba para desarrollar con vigor su talento. Mientras trabajaba como lavador de ventanas y seguía pintando, Javo coincidió en un edificio con un coleccionista de arte. Sin amilanarse por las dificultades que entraña ser un trabajador ilegal, el joven enseñó sus obras al art dealer y logró que le adquiriese algunas. Ese fue el punto en que su vocación se enfiló definitivamente y decidió dedicarse a pintar profesionalmente. Para 2006, Javo Escudero vio inscrito su nombre en el programa de la exposición colectiva Arte de América Hispana, exhibida en el teatro Tívolide Washington, D. C. Las pinturas de Javo, seleccionadas junto con otros 20 artistas emigrados, se destacaron enseguida por su rechazo al pintoresquismo y al folclorismo. La concisión de su iconografía, que parecía inscribirse en la pura abstracción, hizo que una de sus pinturas se convirtiese en la primera adquisición de los coleccionistas que visitaron esa muestra. Volcado al arte, Escudero logró presentar su trabajo en una exhibición individual en 2007: Día de Muertos la titularon en el Arlington Arts Center de Virginia.

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